Cuando tenía unos diez años, un fin de semana mi papá me llevó al centro comercial. Yo estaba maravillado con las vitrinas de las jugueterías que mostraban relucientes juguetes nuevos, cuando entramos en la más grande de todas las tiendas me encontré con un gran telescopio, siempre me sentí atraído por el cielo nocturno, y gracias a este podría observar las estrellas.
Le dije a papá que por favor me comprara el telescopio, porque realmente lo quería. Papá sonrió y me dijo: este telescopio cuesta 120 dólares y es uno de los artículos más costosos de toda la tienda, así que si realmente lo quieres voy a enseñarte cómo conseguirlo.
Papá me dijo que ahora tendría mi propio dinero y que, cada dos semanas me daría una mesada de 30 Dólares, ni más ni menos que eso. Ahora con este dinero yo debería aprender a administrar esta mesada para comprar mis dulces y debía ahorrarlo si quería conseguir mis propios juguetes.
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Entusiasmado por la confianza que papá había depositado en mí, tomé el dinero que me ofrecía y recorrí el centro comercial, para mi sorpresa y antes de lo que esperaba había gastado casi todo. Tan sólo me quedaban cinco dólares y la idea de comprar el telescopio parecía bastante distante, por lo que me dirigí a mi padre nuevamente para pedirle que me diera más dinero, a lo cual papá respondió.
“Si realmente quieres el telescopio y el dinero que tienes ahora no te alcanza vas a tener que cuidar tus gastos, comprar menos dulces y chucherías y guardar el dinero que te doy, por lo menos hasta que ahorres la cantidad suficiente para poder comprarlo, ya que para conseguir buenas cosas en la vida es necesario tener paciencia y un objetivo en mente.”
A las dos semanas me dio los 30 dólares de la quincena y me regaló una alcancía.
Durante los siguientes dos meses fui cuidadoso de mis gastos, evité gastar en dulces y ahorré el dinero suficiente para conseguir mi telescopio, entonces acudí a mi padre, quien celebró conmigo el logro de haber ahorrado el dinero suficiente, pero al llegar a la tienda me encontré con que el telescopio que yo quería ya no estaba y en su lugar había uno mucho mejor, con mejores funciones e incluso podía sacar fotos con él, el problema es que este era bastante más costoso, costaba casi 500 dólares y yo tenía tan solo 120 dólares ahorrados.
Al principio me sentí frustrado por no poder conseguir lo que quería, pero papá me dijo que no me rindiera, que estas cosas pasaban y que si realmente quería conseguir el nuevo telescopio tenía que ser paciente y debía tener un plan de ahorro.
Entonces me ayudó a trazar un plan, lo primero que hicimos fue la cuenta de cuánto dinero me faltaba, yo tenía ahorrados 120 dólares, así que me faltaba un total de 380 para llegar a mi objetivo, como mi mesada era de 30 dólares cada dos semanas debía ahorrar durante poco más de 6 meses sin gastar un centavo.
Le dije a papá que me parecía mucho tiempo, y al verme a punto de rendirme me propuso que si era capaz de llegar a ahorrar 300 dólares el pondría los restantes 200, para así poder comprar el telescopio que tanto deseaba.
Pero antes me puso una condición. Me dijo que era muy importante para mi futuro que aprendiera a llevar registro de todos mis ingresos y egresos, entonces me dio un cuaderno donde debía anotar religiosamente la fecha y la cantidad de dinero que tenía, esto aplicaba tanto para el dinero que él me daba y también si llegaba a obtenerlo de otra fuente; así mismo debía anotar la fecha y la cantidad de los egresos y también debía anotar cuanto era el total del dinero que me quedaba y al final todo debía corresponder. Esta fue la única condición que me puso para darme los 200 dólares una vez llegara a ahorrar 300. A la vez esto fue una valiosa lección para mi futuro, ya que sin saberlo estaba realizando mi primer presupuesto familiar y aprendiendo a comprar las cosas por mí mismo sin endeudarme.
De esta manera acote mis gastos y cada quincena estuve revisando cuanto era el dinero que me faltaba para llegar a los 300 dólares, para al fin alcanzar mi sueño de conseguir un telescopio para ver el universo, con la ayuda de mi papá logré comprarlo en tres meses, fui tan pero tan feliz que lo recuerdo casi como si hubiese sido ayer.
Ha pasado mucho tiempo desde ese entonces y aún a día de hoy llevo un control de mis gastos y así me mantengo dentro de mi presupuesto. Gracias a esto aprendí a planear mis futuras compras y a no gastar de más en cosas que realmente no necesito.
Así fue como durante mi vida adulta pude pagar mi moto, mi departamento, mis estudios y fundar mi propia empresa sin la necesidad de endeudarme, gracias a mi papá aprendí que para adquirir buenas cosas se necesita paciencia, orden y tener objetivos claros pero alcanzables. ¡MUCHAS GRACIAS PAPÁ!
Y a ti que valiosa lección te dejo tu padre o cualquier otro pariente, cuéntanos que te ha parecido el artículo y si tienes alguna sugerencia puedes dejárnosla en los comentarios, estaremos encantados de leerte, y recuerda compartirlo con tus amigos para ayudarlos en su educación financiera.
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